miércoles, 15 de agosto de 2007

"Cuándo la anatomía del deseo se vuelve provocante"

Convengamos que trasero en la jerga popular ó posaderas es poco usado como afinada palabra de la traducción por la cursillería que es la pésima palabra mental de los censores y moralistas que no se atreven a pronunciar para definir aquello que sigue siendo la vanguardia erótica del cuerpo desde que se creó el mundo.
Esa palabra redundante de cuatro letras nos habla de su función ya quién no sabe que el trasero está atrás y nos recuerda una ventaja, la de ver esas ondulaciones milagrosas de la carne que nos provoca como a un espía invisible para mirar.
También no sólo la diferencia de la mirada es sobre él, sino sobre los escotes no por mucho tiempo para no recibir alguna maldición represiva de su dueña. El mirón puede imponer sin restricciones su estilo pero debe calcular la velocidad de percepción de la que tiene delante para no percibir su objetivo al imaginar entusiasmado una aproximación que deberá iniciar con el verbo.
En el fragmento del cuerpo femenino es dónde el hombre puede hallar la mujer sin remilgos como consagración de la quintaesencia de la dama o de ésas reservas biológicas y morales que brotan de la femeneidad.
La cultura del deseo se produce cuándo se advierte que en el valor del cuerpo algo sobra, o es voluminoso. Cuándo empieza a verse carne en abundancia, la idea que se presenta en la mente es sobre la alimentación de áquellos que dicen comer bien y mucho. La abundancia produce placer y torna ejemplares hipersexy o como el caso de la delgadez que provoca insuficiencia erótica.
Los traseros aredondados femeninos son atrayentes con bustos prominentes que son elementos sexuales en la moda de la mujer que inspira el deseo masculino y cuándo abunda más allá de la cuenta es como altar de la oferta erótica pero la conservación debe ser mantenida para que no falte, no se caiga, ensanche y sea firme y se entregue alguna vez a la codicia desviadas del amante en una noche de sodomía.
El trasero femenino es como un diamante de atracción en el cuerpo y como deseo forma un aura psíquica que nos orienta estar trás de él.
Para el Marquéz de Sade, anólogo de la práctica, el trasero era considerado un instrumento erótico para consagrarse al sexo como derroche incontinente.
El más tentador trasero como espada y cruz evangelizadora se considera el que tiene Jennifer López que comenzó a reinar en 1996 cuándo protagonizó "Selena" la película de Gregory Nava inspirada en la cantante Selena Quintanilla que fuera asesinada por la presidenta del club de Fans a poco de tocar el cielo del sueño americano.
Asoma así con justicia el primer nombre del trasero de Jennifer como un estandarte del trasero latino con sus glúteos hiperbólicos con el diámetro más ancho de su cuerpo que acompañan sus manos delgadas junto a una sonrisa adictiva que compitió frente a las mulatas africanas como audiovisual del erotismo por ése desdén de otros culos aredondados vistos en supremacía en Play Boy dónde las chicas de Hefner sólo muestran traseros y bustos prominentes como poder de abundancia que no falte para no pensar en otras.
Para Simone de Beauvoir en "El segundo sexo" las nalgas parecen flotar en las suaves alas de la abstracción por su parte anatómica del cuerpo dónde la carne es un hecho sin propósito y que se entienda que lo qué hablamos es de una mujer con su retaguardia bién definida y abundante con una forma dentro de otra por su continuidad de sus líneas en comparación con Jennifer López, una fortaleza sexual indestructible.
Shakira en cambio, es todo movimiento enguantada en pantalón ajustado a su cuerpo bate las caderas como sufriendo un acceso ninfómano hasta el mareo con la danza del vientre, es una deidad dominando la cumbre del erotismo por haber ganado un concurso de traseros en Colombia.
La anatomia de Shakira le agrera swing y no puede olvidarse cierto rigor acrobático que la convierten en sex symbol de la música pop, ya los hombres para quiénes su trasero no es nada, si no se lo sabe llevar.
Para Angelina Jolie su performance está en su boca como un abismo tan profundo imposible de medir como el Mar Caspio, Jennifer Aniston, un catálogo de peinados "haute coffeure" en comparación con Madonna una gata perversa polimorfa y Pamela Anderson con todo el busto de una estantería que bien puede columpiarse girando en un caño para matizar un porno hogareño.
Si existiría algún diálogo con el espíritu de Marilyn Monroe, ésta hubiera merecido un destaque especial para apoyar su reverso de blancura en la época suya llena de pudores y que hoy Shakira superó todos los límites suyos cuándo anotó en su cuaderno del psicoanalista que la trató, delató decir al oir un susurro de su paciente; "Me planté desnuda frente a mi espejo y que fuí lo que ví; mis tetas están empezando a a caerse de a poco...mi cintura no está mal pero mi trasero es lo mejor me queda como el mejor de todos".
e1000

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